La trampa del perfeccionismo
En este primer post sobre productividad vamos a hablar sobre uno de los mayores errores en los que podemos caer mientras creemos que estamos siendo productivos, el perfeccionismo.
Solemos pensar que aquello que nos detiene, aquello que nos impide ponernos manos a la acción es la falta de preparación. Pensamos que si nuestro amigo no ha comenzado aquel proyecto del que nos lleva hablando tanto tiempo es porque aún no reúne todos los conocimientos o herramientas necesarias para ello. Incluso que si nosotros mismos no hemos empezado a trabajar en aquello que queremos desde hace tanto tiempo es porque no es el momento adecuado para ello o no somos aún lo suficientemente buenos.
Pero hay otro factor, completamente en las antípodas de la falta de preparación, que te está impidiendo ponerte manos a la obra: la trampa del perfeccionismo.
Puede parecer contraintuitivo que a la palabra perfeccionismo le preceda la palabra trampa. Le tenemos otorgado a la palabra perfección un significado tan positivo que no podemos concebir que esté relacionado con algo negativo como que sea una trampa. Entonces, ¿por qué digo que es una trampa? Porque si caemos en ella nos quedaremos atrapados, jamás nos pondremos a la acción y no avanzaremos en nuestros propósitos.
¿Significa esto que tenemos que hacer las cosas mal para no caer en esta trampa? Por supuesto que no. Debemos ofrecer nuestro mejor esfuerzo, cuidando los detalles y ofreciendo nuestra mejor versión en todo aquello que hacemos. Esto está bien, es una cualidad muy positiva el tratar de hacer las cosas lo mejor posibles y dar lo mejor de nosotros mismos. El problema está cuando nunca nada es suficiente y queremos esperar a que algo sea perfecto para sacarlo a la luz. Es ahí cuando estamos cayendo en la trampa del perfeccionismo.
Pensamos que para mostrar algo debemos de esperar a que sea perfecto o a estar en el sitio perfecto. Nos decimos que para comenzar aquel canal de YouTube que llevamos años queriendo hacer debemos de esperar a estar en el sitio perfecto para grabar un video, pero aquel sitio en el que estamos nunca es suficiente. O que debemos de esperar a que sea la situación perfecta para hablar a esa persona que nos gusta desde hace tiempo. O que debemos esperar a que sea el momento perfecto para lanzar ese proyecto en el que llevamos tanto tiempo trabajando pero no nos atrevemos a mostrar. Si eres una persona muy perfeccionista, seguro que muchas de estas situaciones te resultan familiares. Lo cierto es que el perfeccionismo en exceso no es más que otra manera de postergación.
Caer en la trampa del perfeccionismo es como caer en arenas movedizas, cuanto más te mueves para lograr salir de ahí (más trabajas en perfeccionar aquellos detalles que te abruman) más te hundes en el lodo (más imperfecciones ves que surgen).
Pero aún con todo, ¿debemos buscar la perfección cierto? Más bien deberíamos de preguntarnos ¿existe algo perfecto? De primeras podríamos responder con un tajante sí. Podríamos decir que puede haber una esfera perfecta, completamente simétrica y lisa cuyos puntos están exactamente a la misma distancia de su centro. O en las matemáticas tenemos los números primos a los que se consideran perfectos.
Pero seamos más específicos, en aquello que depende de la acción humana, ¿existe algo verdaderamente perfecto? Podríamos pensar de nuevo que sí, escuchamos a diario comentarios del tipo «es el trabajo perfecto», «ha hecho un examen perfecto», «es el jugador perfecto», etc. Pero hagamos un análisis, ¿cómo determinamos que algo sea perfecto? Creamos un criterio subjetivo de cual es el canon de perfección en algún ámbito y posteriormente comenzamos a comparar el desempeño de las personas en este ámbito. Por lo general, aquel que quede por encima del resto en esta comparación lo catalogamos como ejemplo de perfección.
Por ejemplo, podríamos decir «no existe la marca de moda deportiva perfecta». Pero algunos responderán «sí existe, es Nike». Para dar solidez a su postura, comenzaran a sacar un montón de datos sobre cómo surgió, el norme mercado que creó, las estrellas a las que ha patrocinado, las ventas que ha logrado, lo mundialmente conocida que es… Pero recordemos algo, estamos preguntando si existe la marca perfecta, no cuál ha sido la marca deportiva que ha logrado mayor expansión a nivel de popularidad y ventas. Porque, ¿qué diría esta misma persona si ahora surge una nueva marca que en tan solo veinte años logra un alcance mayor que el de Nike? Quizás cambiaría rápidamente de bando y diría que la marca perfecta es esta nueva. O quizás se apoyaría en nuevos argumentos para explicar que cuando surgió Nike no existía un mercado tan grande como el de ahora, ni medios para darse a conocer tan rápido y que por tanto, a pesar del rápido crecimiento de la otra marca, Nike sigue siendo la marca perfecta…
Como vemos, finalmente todo se trata de criterios subjetivos que estamos aplicando para tratar de etiquetar algo como objetivamente perfecto cuando esto simplemente no es posible. No podemos esperar que algo creado por nosotros sea perfecto cuando la propia naturaleza humana es imperfecta. Nuestras creaciones también lo serán.
Para argumentar que algo humano sea perfecto caemos en dos errores: compararnos con otros y aplicar un criterio subjetivo para determinar cuál se acerca más a ese canon de perfección. ¿A qué situaciones nos puede llevar caer en estos dos errores?
Por un lado, podríamos pecar de soberbia, comaparándonos continuamente con alguien que subjetivamente nos parezca peor que nosotros. Y llegando a creer que somos perfectos cuando no es así.
Por el lado contrario, podríamos subestimarnos y destruir nuestra autoestima. Comparándonos en cada faceta de nuestra vida con aquella persona que ha alcanzado mejores resultados y dejándonos a nosotros mismos por los suelos.
¿Qué deberíamos cambiar en nosotros mismos sabiendo esto? Deberíamos dejar de perseguir la perfección, comparándonos con algo externo, y en su lugar, ofrecer nuestra mejor versión en cada cosa que hagamos.
¿Qué superpoder nos da conocer esta explicación de que la perfección es subjetiva y que finalmente somos nosotros mismos quienes decidimos etiquetar algo como perfecto o no? Que podemos decidir que el momento presente, el ahora, es perfecto para nosotros.