La meditación y su influencia en nuestra atención

En este primer post sobre espiritualidad vamos a hablar sobre una de las disciplinas más populares y polémicas de este mundo, la meditación.

Amada por muchos, odiada por otros y sobre todo incomprendida por la mayoría.

En especial quiero hacer énfasis sobre algo, ¿tenemos alguna evidencia científica sobre los beneficios de la meditación?

La práctica de la meditación está en auge. Esto es algo lógico, teniendo en cuenta que vivimos en un mundo lleno de sobre estímulos y dopamina. Las personas nos vemos cada vez más afectadas por la ansiedad y buscamos técnicas y prácticas que nos ayuden a gestionarla.

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Para hablar de los beneficios mentales que nos ofrece la meditación vamos a recurrir a las lecciones ofrecidas por la doctorada en neurociencia Nazareth Castellanos en su libro Neurociencia del cuerpo. Desde ya os digo, que no va a ser la última vez que hablemos de todo el valor contenido en este libro.

Para comprender uno de los mayores beneficios de la meditación en nuestra mente, debemos de comenzar entendiendo la base de cómo funciona nuestro cerebro. La comunicación dentro de este órgano es posible gracias a las neuronas. Millones de neuronas forman nuestro cerebro, trazando redes separadas entre sí mínimamente. Como si fuese un bosque muy frondoso que, si bien desde fuera puede parecer que forma una masa compacta, realmente se trata de árboles individuales separados entre sí. 

 

Para que la comunicación entre estas neuronas se pueda dar, emiten unos impulsos eléctricos. En función del número de impulsos eléctricos que emitan por segundo, estarían comunicándose en una frecuencia u otra. Como si se tratara del código morse. 

Hay cinco tipo de ritmos: delta, theta, alfa, beta y gamma. Pero en esta ocasión nos vamos a centrar en el ritmo alfa. El motivo de esto es que, es a este nivel de frecuencia, entre 8 a 12 impulsos eléctricos por segundo, al ritmo al que tienen que vibrar nuestras neuronas para mantener nuestra atención sobre algo. En futuros post hablaremos sobre la importancia de la atención y su relación con nuestro yo más profundo. Así que sígueme para no perdértelo.

Se ha demostrado con numerosos estudios que, aquellas personas que practican la meditación, mejoran la capacidad de sus neuronas de comunicarse en frecuencia alfa y, por tanto, su capacidad de atención. 

La explicación de esto es sencilla. Debemos de reconocer que nuestra atención siempre se ve envuelta en distracciones que nos llevan a perder el foco y cambiar continuamente de frente, sin dejar ninguno de ellos resuelto. Las ondas alfas actúan como una especie de cortafuegos que detiene estas distracciones e impide que nuestra atención se diluya.

Si hacemos un trabajo de introspección, podremos comprobar que, en la mayoría de ocasiones, las distracciones no están ahí fuera, sino que vienen de dentro de nuestra propia mente. Nuestra mayor distracción son nuestros propios pensamientos. Ese diálogo interno continuo, normalmente negativo, del que nunca logramos librarnos. 

Estoy seguro de que, tú que me estás leyendo, habrás hecho el esfuerzo de aislarte en una habitación para estudiar, leer o trabajar, sin móvil ni ningún tipo de estímulo externo. Y no habrá pasado mucho tiempo hasta que te has visto envuelto en tus propios pensamientos, sin poder concentrarte debidamente en la tarea que querías llevar acabo. Esto es debido a que nunca nos han enseñado a trabajar nuestra atención y a que vivimos en una sociedad envuelta en distracciones y estimuladores de la dopamina. Nuestra mente se ha convertido en un reflejo de TikTok y nuestra atención scrollea segundo a segundo los estímulos internos y externos a los que nos exponemos. 

Cuando practicamos la meditación, estamos trabajando constantemente nuestra atención, nuestras neuronas están luchando sin parar contra las distracciones que inevitablemente llegan a nuestra mente. De este modo, estamos reforzando esa frecuencia alfa que cada vez va ganando mayor solidez. Permitiéndonos evitar esas distracciones tanto internas como externas que tanto daño nos hacen.

Hay que interiorizar que esta no es para nada una tarea sencilla. Lograr mantener nuestra atención sobre nosotros mismos puede parecer una tarea imposible cuando comenzamos. Pero debemos recordar que nunca empezamos siendo buenos en ninguna disciplina. Cualquier nueva práctica requiere mucho esfuerzo y dedicación para comenzar a ver resultados. 

Podemos comparar la meditación con esos inicios en el gimnasio. Cuando comenzamos, podemos colgarnos de una barra e intentar con todas nuestras fuerzas levantarnos sobre ella, fracasando en el intento. Ante esta situación tenemos dos opciones, confiar en el proceso y en que obtendremos resultados, o rendirnos y abandonar. Si tomamos el primer camino, nuestro sistema nervioso y nuestra masa múscular irá haciendo las adaptaciones pertinentes para lograr, con el paso del tiempo, alcanzar aquello que pensamos que sería imposible.

En el caso de la meditación sucedería algo parecido. Cuando comenzamos, es imposible mantener nuestra atención en el presente, y no paramos de distraernos con las voces que llegan a nuestra mente. Tenemos que aceptar que esto es natural, nuestras ondas alfa no están lo suficientemente desarrolladas como para mantener nuestra atención como nos gustaría. Del mismo modo que nuestros dorsales no estaban lo suficientemente fuertes como para elevar nuestro propio cuerpo sobre la barra en el ejemplo anterior. Pero día tras día, esta conexión se irá haciendo más fuerte y comenzaremos a reforzar el poder de nuestra atención, iremos aprendiendo a observar nuestros pensamientos en lugar de intentar callarlos e iremos progresando.

Puede que algunos se pregunten ¿para qué quiero mejorar mi capacidad de atención? La respuesta sencilla sería decir que para mejorar nuestra capacidad de aprendizaje. La respuesta compleja sería para vivir. Pero este tema lo dejaremos también para otro post.

No es solo este el único beneficio de la meditación que tenga su respaldo científico. Hay muchos otros, de los que hablaremos más adelante.