QUÉ ES EL EGO

Hemos escuchado muchas veces el término, pero seguimos sin formarnos una idea clara sobre a qué se refiere exactamente esta palabra: El Ego. Es natural que dé a confusión porque en función del círculo en el que se trate, se referirá a un significado u otro.

 
Por lo general, cuando las personas utilizan esta palabra vienen a decirlo de una forma tipo: Alberto tiene mucho ego. En este contexto, la persona se refiere a que Albierto tiene una imagen demasiado engrandecida de si mismo, que es un egocéntrico que piensa que todo gira en torno a él. 
Sin embargo, no es este término sobre el que vamos a aprender hoy, sino sobre una concepción mucho más profunda que se origina en el mundo espiritual: la identificación con el Ego y nuestra separación del Ser. 
No te ha pasado nunca que te sientes mal por los pensamiento que rondan tu cabeza. No comprendes por qué ideas así, tan negativas y contrarias a tus valores, rondan tu mente. Entonces comienzas a discutir contigo mismo, a quitar importancia a las palabras de esta voz, a contraargumentarlos, a tratar de ver el lado positivo de las cosas. Pero esta voz es muy poderosa y no se calla. No se rinde, nunca cesa. Este ruido mental es tu ego.

El Ego es la identificación con la mente, con los pensamientos, con lo terrenal. La creencia de que no somos nada más allá de la imagen del yo físico que nos hemos formado en la mente. 
 
En este estado de inconsciencia, deambularemos continuamente en la negatividad. Porque, ¿Qué es importante para el ego? Su supervivencia. Y para ello debe contar con dos cosas: tu atención y que sigas respirando. Como si de un virus se tratase, necesita de un cuerpo en el que introducirse para habitar y hacerse fuerte. Cuanta más atención reciba, más energía tiene y más fuerte se hace. Más complicado se vuelve salir de él. 
Al estar identificados con nuestro yo terrenal como lo único verdadero, la supervivencia se convierte en nuestra mayor preocupación. Porque sin esta, dejaríamos de existir. Es por esto, que la energía que mueve la mayor parte de pensamientos del ego es la misma: el miedo a desaparecer. 
Podemos pensar que el miedo que nosotros sufrimos no está relacionado con nuestra supervivencia, sino con alguno otro como el fracaso, perder el amor o la soledad. Pero en su profundidad, todos estos miedos se originan en el mismo lugar: el miedo a la muerte. Aunque este profundo tema lo dejaremos para un futuro post. 
 
Por Artem Demura _ Fotografía de arte oscuro, Arte de miedo, Arte de la esquelética
 
Al estar continuamente identificándonos con los miedos que llegan a nuestra mente caemos en un profundo estado de preocupación y negatividad. Lo cual nos conduce al sufrimiento, al dolor. Aquí vamos a lanzar la primera premisa del post: la mayor parte del dolor que sufrimos es innecesario. La mayor parte de este dolor está originado en una falta de aceptación del momento presente. Este rechazo lo podemos identificar de diferentes formas, según venga de nuestra mente o de nuestro cuerpo. Si viene de nuestra mente lo identificaremos como un juicio. Mientras que si viene de nuestro cuerpo lo sentiremos como negatividad, a través de nuestras emociones. 
Cuando evaluamos nuestra situación presente como algo negativo estamos haciendo un juicio de valor. Estamos resistiéndonos a aceptar nuestra situación presente como lo que es, estamos negando lo único que verdaderamente existe: el ahora. Por lo general, nos focalizamos en rechazar una situación presente, externa a nosotros, frente a la que no tenemos ningún poder de influencia. En lugar de aceptarla y dedicarnos a hacer, en el ahora, lo que esté en nuestra mano para transformar nuestra realidad. 
 
Ciertamente existe dolor real, quien en su sano juicio lo negaría. Dolor físico, dolorosas pérdidas, dolor por trágicas situaciones que podamos pasar… Pero luego, tenemos otra clase de dolor que es el que protagoniza la mayor parte de nuestro sufrimiento: el dolor psicológico. Este es el dolor que se origina en nuestra mente, por la identificación con nuestros pensamientos, con el ego. Y se basa en la anticipación de un futuro negativo, a través de las preocupaciones, o en la identificación con la trágica idealización de nuestro pasado. Cuanto mayor sea nuestra identificación con nuestro ego, mayor será la intensidad de este dolor. 
 
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Para el ego, el momento presente no existe, porque significaría su extinción. Cuando le da importancia, es porque lo ve simplemente como un medio para alcanzar un fin. El ego aporta toda su importancia al pasado y el futuro, por diferentes motivos.
 

En primer lugar, le da importancia al pasado porque, quién seríamos sin el. El ego basa su identidad en nuestras experiencias pasadas. Por lo que no puede permitir que se olviden y superen, cuanta mayor energía posea este pasado en nuestra mente, mayor será su fuerza. El ser personas que viven continuamente en el pasado ya sabemos a lo que conduce, la melancolía, la tristeza, la negación del momento presente, la depresión. 

En segundo lugar, le da importancia al futuro. Para generar una promesa de salvación y asegurarse su propia supervivencia. Lo primero lo logra fantaseando continuamente con un futuro idealizado que, tras alcanzarlo, al fin comenzarás a sentirte bien, pero que nunca llega. Lo segundo lo hace a través de la preocupación, imaginando posibles desenlaces trágicos a cualquier decisión que tomes en tu vida para asegurarse de que te quedes lo más tranquilo y quieto posible. La consecuencia de vivir continuamente en el futuro es diferente a la del pasado, en este caso sería la ansiedad.

Ambos estados son sumamente beneficiosos para el ego porque logran su cometido, mantenerte identificado con tus pensamientos y tener tu atención lejos del momento presente. Por lo general, cambiamos constantemente de espacio temporal en nuestra mente, saltando del futuro al pasado y viceversa. Pero dejando siempre algo fuera, el único tiempo que verdaderamente tenemos: el presente. 
 
Esto nuevamente puede sonar polémico pero planteémoslo de este modo para comprender el concepto. El pasado está formado por un momento presente que quedó atrás y ya no existe. Mientras que, el futuro, estará formado por un momento presente que aún no ha llegado. De este modo podemos comprender la verdad  que se esconde tras estas palabras: lo único que tenemos es el ahora. 
 
El ego no quiere que estemos presentes en el ahora porque es este el modo en el que podemos desligarnos de nuestra identificación con él. ¿Cómo? Deteniéndonos y siendo testigos de su manipulación a través de nuestra mente. Actuando como espectadores de nuestros propios pensamientos, comprendiendo como la mayoría de estos no son creación nuestra y despojándonos de la culpa que nos provocaban. Interiorizando que nuestra verdadera identidad es algo que va más allá de nuestra mente.
 
¿Cómo podemos trabajar esto? A través de la meditación. En un anterior post del apartado de mentalidad explicábamos los beneficios a nivel cerebral de la práctica de la meditación. Hoy comprendemos como, más allá de a nivel biológico, la práctica de esta herramienta nos permite conectar con nuestro verdadero yo y desligarnos del ego. Pero entonces te preguntarás, ¿Qué es mi verdadero yo? Tú eres más que tu mente, más que tus pensamientos automáticos sobre los que no tienes control y te atormentan. Tu eres esa presencia capaz de observar y atestiguar toda esta negatividad. Tu eres esa voz interior que te guía y te empuja a ser mejor persona.